La acción comunitaria tiene como finalidad la transformación y mejora de un territorio, con la finalidad de aumentar la calidad de vida de sus ciudadanos y ciudadanas, favorecer la cohesión social y la convivencia especialmente basada en la diversidad intercultural.
La acción comunitaria por tanto es un modelo de desarrollo local, destinado a gestionar colectivamente intereses comunes, derivados bien de necesidades como de dificultades, a través de la participación activa, el protagonismo y la responsabilización de los diferentes agentes de un territorio (servicios públicos de proximidad, ciudadanos y ciudadanas, movimiento asociativo, agentes económicos y comerciales, etc).
El espacio territorial en el que normalmente se desarrollan las intervenciones comunitarias son los barrios o espacios físicos generalmente no muy extensos y que incorporan a sus habitantes un gran sentido de pertenencia y relaciones sociales de proximidad. Son igualmente espacios con significación política, relevante para la planificación y prestación de servicios públicos.
Las intervenciones comunitarias tienden de forma más habitual al abordaje de los problemas que de forma más recurrente inciden en el bienestar y la cohesión social de las comunidades como son, la salud, la vivienda, el empleo, la formación-educación, el ocio y tiempo libre, la diversidad cultural o el medioambiente.
La intervención comunitaria se sustenta sobre una estrategia de trabajo transversal, integrado e integral y se concreta en definir un proyecto de actuación que de respuestas claras y evaluables a las necesidades concretas de la comunidad donde se interviene.